A 40 años del Golpe Genocida, repaso y análisis de Daniel Parcero, periodista y escritor revisionista de la Izquierda Nacional. Es además el autor de las Historia de la ATE -5 Volúmenes- entre otros libros.

El golpe de Estado, que desde tiempo atrás se estaba gestando, ingresa en la cuenta regresiva, y el entorno presidencial que había sido advertido tres meses antes sobre que se le daba tres meses para dar un paso al costado (y que Italo Luder se haría cargo provisionalmente del gobierno por consentimiento militar hasta la llegada de las elecciones nacionales que se avecinaban) nunca trasmitió el mensaje a Isabel, y pasó por alto al secretario legal y técnico Julio Gonzalez, quien se enteró de aquel ultimatun la misma noche del 24. De regreso al Ministerio de Trabajo luego de la última reunión del Gabinete presidencial con los altos mandos militares, Lorenzo Miguel le asegura el Ministro Miguel Unamuno “Todo anda bien; no hay golpe ni ultimátum, volveremos a reunirnos mañana… Luego seguiremos conversando; ahora iremos a festejar porque no hay golpe. El gobierno no negocia… no es cierto (que haya un ultimátum)… Juéguense por nosotros, pagamos 2 con 10. Yo me voy, declaren la huelga”. Era el mismo momento en que la Presidente era detenida en la terraza de la Casa Rosada junto a Gonzalez al momento de abordar el helicóptero para regresar a su residencia. La última expresión pública antes de la cobarde fuga del país de Casildo Herrera, dirigente textil y titular de la CGT en busca de un amparo rentado por el imperio que lo resguardara de cualquier persecución en la Organización Internacional del Trabajo, expresaba tibiamente “Reafirmamos nuestra defensa del proceso institucional, logrado tras tantos años de desencuentros; aún con las dificultades de hoy que no conocemos, pero también aún a pesar de los intereses creados, así lo establece la Constitución que es la más clara e indiscutible garantía de legalidad…”.
Otro comunicado, al día siguiente, éste de las 62 Organizaciones condena los intentos golpistas y hace un llamado de serenidad a las Fuerzas Armadas: “Porque el movimiento obrero conoce sus valores y la conciencia de Patria que las anima…es que confía en la responsabilidad de ellas y en la fortaleza moral que les impedirá atentar contra la voluntad soberana de todo el pueblo argentino”. Vivían en otro planeta o venían mirando otra película.

Luego de dos años y diez meses de gobierno, con cuatro presidencias titulares (Cámpora, Lastiri, Perón, Isabel) y una interina (Italo Luder) en tan breve lapso, el peronismo asiste a su segundo derrocamiento en dos décadas. Una Junta Militar, liderada por el teniente general Alejandro Agustín Lanusse le entregó la conducción del país el 25 de mayo de 1973 y otra, presidida por el teniente general Jorge Rafael Videla, se la quitó. La Junta Militar integrada por Videla, el almirante Eduardo Massera y el brigadier Orlando Agosti jura en nombre del Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional, impuesto como marco jurídico de facto por encima de la Constitución. El general Horacio Tomás Liendo asume en el Ministerio de Trabajo y de inmediato interviene militarmente doce sindicatos, a los que seguirán luego otros. Por medio del decreto-ley 21.261 se suspende el derecho de huelga, tanto para trabajadores como para empresarios y se dicta la ley 8.596 de Prescindibilidad, que autoriza hasta el 31 de diciembre de 1976 a dar de baja por razones de servicio al personal de la administración pública y otros organismos estatales. El Ministerio del Interior, en tanto, prohíbe la difusión de noticias referidas al ex secretario general de la CGT, Casildo Herreras, quien el 9 de abril obtiene del gobierno del Uruguay –donde se encontraba en esos momentos- salvoconducto para dirigirse a México. En Córdoba, es detenido y desaparecido el secretario general del sindicato mecánico SMATA, el dirigente combativo René Salamanca. La serie de intervenciones afecta también a la central obrera que queda a cargo del coronel Juan Alberto Pita, quien al asumir sus funciones a fines de abril destaca que ‘solo un movimiento obrero con auténticos dirigentes, que actúen como genuinos representantes del trabajador argentino, podrá participar con plenitud de este Proceso de Reorganización”. En medio de persecuciones, desapariciones forzadas y asesinatos, precisamente aquellos dirigentes que reunían los requisitos reclamados por los dictadores, siendo parte de una nueva selección de cuadros, no estarían de acuerdo en ser parte de un proceso reorganizador del andamiaje de la dependencia, y fueron organizando la resistencia.

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